Quienes se salen de la Iglesia son responsables de su propia muerte
Algo que es sumamente importante para los cristianos y que solemos olvidar es el papel que desempeña la OBEDIENCIA a Dios en nuestro camino a la santidad.
Solemos escuchar a mucha gente decir “ya soy salvo”, “Cristo lo ha ganado para mí”, “No puedo perder mi salvación”, cuando la verdad que nos enseña la palabra de Dios es que la fe sin la obediencia a Dios no nos salva, o como dice Santiago: la fe sin obras es fe muerta (St 2,17). También hay mucha gente que se dice cristiana, pero piensan "Voy a vivir como quiera y hacer lo que quiera. No importa. Dios me hizo así y me ama como soy. No necesito cambiar nada".
Para profundizar un poco en esto, he querido compartir estas líneas con todos ustedes hermanos.
Tengamos en cuenta entonces lo que está escrito en Hebreos 5,9 “y llegado a la perfección, se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen”.
El versículo habla claramente de que Jesús es quien nos ha conseguido la salvación eterna o la vida eterna, pero hay un detalle que no quiero nadie deje pasar desapercibido. Y el detalle es que poniendo la lupa vemos que dice "Salvación eterna PARA TODOS los que le OBEDECEN".
Entonces, es la salvación para cualquiera que cree en la existencia de Dios? NO.
Es la salvación para todo aquel diga que es cristiano evangélico? NO.
Es para todos los que dicen ser Católicos apostólicos y romanos? NO.
Ahí dice: PARA TODOS LOS QUE LE OBEDECEN.
Ahora bien, tengamos claro que la salvación es por gracia y que esta gracia inmerecida es un don/regalo que recibimos de Dios por el Sacrificio de Cristo en la Cruz. Es él mismo quien se entrega para nuestra salvación, cumpliendo así de manera perfecta la voluntad del Padre celestial. Jesús, en su vida entera y más aún en el momento de su muerte, nos da un ejemplo de PURA OBEDIENCIA a Dios Padre.
Gracias a este hecho, nuestra salvación es entonces posible por obra pura y exclusivamente del amor de Dios. Pero, también está escrito que debemos ser santos como él es Santo (1Pe 1,16) y que para caminar el camino que Jesús nos enseña debemos negarnos a nosotros mismos, tomar la cruz y seguirle (Mt 16,24). Una vez redimidos, una vez justificados por la fe (Romanos 5,1) la obediencia a Dios y por lo tanto la perseverancia en las buenas obras se hacen parte fundamental e imprescindible en la vida del hombre nuevo en Cristo Jesús.
Ser obediente no es simplemente creer que Dios existe y ser buena gente. Ser obediente es mucho más que algo tan superficial y vago.
El creyente que es obediente es una persona que imita a Cristo en todo sentido posible. Quiere ser como él, ese es su mayor anhelo. Los ejemplos de vida que sigue son aquellos de los Santos y Santas de la Iglesia. ¿Qué quéee?? Sí, porque San Pablo mismo dice que debemos imitar a los santos como él: "Imítenme a mí, como yo imito a Cristo" 1 Cor 11,1.
Entonces, si uno va a seguir el ejemplo de los santos Apóstoles, uno debe sin duda alguna permanecer en la Iglesia establecida por Cristo mismo para salvación de la humanidad: "Y el Señor añadía cada día a la Iglesia a los que iban siendo salvos." (Hch 2,47)
Fijense como la Palabra de Dios nos dice claramente que es Dios mismo quien añade, inserta, agrega a la Iglesia a los que "iban siendo salvos". No dice que Dios iba salvando a quienes se saliesen de la Iglesia. ¡Qué tontería más grande sería eso siendo que Dios Hijo dio su vida por la Iglesia! Lean Efesios 5,25 "así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella".
Ser obediente es hacer la voluntad de Dios, imitar a Cristo en todo, obrar de acuerdo a la fe que hemos recibido en la Iglesia. Es voluntad de Dios permanecer firmes en esta fe y que formemos un solo cuerpo para nuestra salvación.
Por eso tienen sentido las palabras de Orígenes de Alejandría cuando dice que "Nadie se deje engañar, porque fuera de la Iglesia nadie se salva. Y quienes se salen son responsables de su propia muerte"
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