San Ireneo de Lyon: "La Iglesia es la puerta a la vida"
Después de las migraciones de san Pedro a Antioquía y posteriormente a Roma, fue reconocida como la del sucesor de Pedro, y la «cátedra» del obispo de esta ciudad representó la del apóstol encargado por Cristo de apacentar a todo su rebaño. Lo atestiguan los más antiguos Padres de la Iglesia, como por ejemplo, san Ireneo, obispo de Lyón, que era originario de Asia Menor, quien en su tratado «Contra las herejías» describe a la Iglesia de Roma como la «más grande y más antigua conocida por todos;… fundada y constituida en Roma por los dos gloriosos apóstoles Pedro y Pablo» y añade: «Con esta Iglesia, por su eximia superioridad, debe estar en acuerdo la Iglesia universal, es decir, los fieles que están por doquier» (III, 3, 2-3). Poco después, Tertuliano, por su parte, afirma: «¡Esta Iglesia de Roma es bienaventurada! Los apóstoles le derramaron, con su sangre, toda la doctrina» («Prescripciones contra todas las herejías», 36). La cátedra del obispo de Roma representa, por tanto, no sólo su servicio a la comunidad romana, sino también su misión de guía de todo el Pueblo de Dios, que es la Iglesia.
Y con relación a este pueblo de Dios decía éste santo apologista: "La Iglesia, diseminada por el mundo entero hasta los confines de la tierra, recibió de los Apóstoles y de sus discípulos la fe [...] guarda diligentemente la predicación [...] y la fe recibida, habitando como en una única casa; y su fe es igual en todas partes, como si tuviera una sola alma y un solo corazón, y cuanto predica, enseña y transmite, lo hace al unísono, como si tuviera una sola boca" (S. Ireneo de Lyons, Adversus haereses, 1, 10,1-2).
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